Parece —por momentos, aunque sea durante unos pocos segundos— que estoy por alcanzarte. Cuando la fuerza de las olas me empujan hacia la orilla, siento que puedo llegar a tocarte. Pero luego el impulso se debilita, las olas pierden su energía y me freno a unos escasos centímetros de tus dedos. Por más esfuerzo que haga, no puedo evitar alejarme y retrocedo todo lo avanzado, apartándome sin siquiera haberte rozado. Luego el destino juega con mis sentimientos, me ilusiona nuevamente y emprendo otro viaje con las olas, únicamente para estar a punto de acariciarte, fracasar en el intento y volver mi recorrido. Me alejo forzosamente mientras la espuma se ríe de mi desgracia y la arena se ahoga a carcajadas. Las esperanzas vuelven a encenderse una y otra vez, y la cantidad de intentos son proporcionales a las desilusiones. Maldita suerte la mía, al saber que el mar nunca descansa.
[W. Giulietti: La insistencia involuntaria]
[W. Giulietti: La insistencia involuntaria]
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